miércoles, 23 de noviembre de 2016

AMERICAN HISTORY

Ya han transcurrido unas semanas del atracón electoral de las presidenciales en EE.UU. y la posterior y merecida resaca, que ha sido proporcional a la ingesta. También hace escasos días terminé de visionar el último capítulo de la cuarta temporada de House of Cards, una serie superlativa, sin duda de las más atractivas y suculentas en el actual panorama, la mejor en el apartado político, magnífica en el perfecto reflejo del engranaje de la administración más poderosa e influyente del planeta y de la política en general; refinada y deliciosa en su estética: es sencillamente perfecta.


No he entendido nunca esa animadversión enfermiza hacia EE.UU.; ni la comparto ni mucho menos la entiendo. No comprendo el odio (me ahorro calificativos) hacia todo lo que suena a americano (del norte), o provenga de allí: aversión tan propia en estas latitudes. Los errores que puedan llegar a cometer los países (muchos de ellos interpretables), cuando tienen lugar, son perpetrados por personas como nosotros, y ello no implica hacer un todo negativo contra una nación al completo, ni contra sus ciudadanos, ni contra su historia. También la cultura lo salva todo. 

El mundo no sería el mismo sin «inventos» de la America del norte: con el jazz, o el género western, ya bastarían, por ejemplo, todo genuina y puramente americano. La cultura quedaría huérfana y mutilada sin algunos hijos de America: Scorsese, Poe, Withman, Bob Dylan, Edward Hopper, T. S. Eliot, Leonard Bernstein, Ezra Pound, George Gershwin, W. C. Williams, Guns N' Roses, Herman Melville y Moby-Dick, John Ford, Samuel Barber, Coltrane, Parker, Miles Davis, Gerry Mulligan y Chet Baker, David Lynch, Twain... Nada sería lo mismo. O la entrañable cena de Thanksgiving Day y su famoso pavo, acompañado de su salsa de arándanos y que es finalizada con un pastel de calabaza.

Y por todo ello, en este día de Acción de Gracias, he desempolvado (literalmente) de mi biblioteca tres libros sobre historia de EE.UU., tres pequeñas joyas, repletas de grabados (como a mí me gustan), y con una pequeña historia detrás de cada uno de ellos.

* Historia Biográfica de los Presidentes de los Estados Unidos
(Enrique Leopoldo Verneuill, 1885. Folio menor).


En folio menor, holandesa en piel y cartoné, y texto a doble columna. Bellos grabados, cascada de datos y emotivas anécdotas.

Detalle del sarcófago del presidente G. Washington, enterrado en Mount Vernon.

* A Brief History of the United States
(Joel Dorman Steele, 1885).


Un libro entrañable, que no es otra cosa que un manual escolar de una niña de finales del siglo XIX, en concreto de Miss Eva A. Taylor, de Battle Creek (Michigan), como ella firma en las guardas de la obra el 15 de septiembre de 1892. Y a lo largo de sus páginas se van apreciando sus personales transformaciones, pero también las del país: su letra, el paso de los años, anota muertes y subraya lugares, actualiza datos, apunta nombres, presidentes, guerras; se enamora. En el capítulo en donde se habla de la Guerra Civil aparecen dos florecitas secas. ¿Cuándo y dónde las cogería la joven Eva?



* Barnes's Elementary History of the United States Told in Biographies
(James Baldwin, 1903).


Un libro básico de historia norteamericana, pero muy intersante y hermosísimo, profusamente ilustrado cuyo desarrollo tiene lugar mediante los personajes más importantes que construyeron el país. En sus páginas hace acto de presencia la  transformación y evolución de EE.UU., refrendada en minuciosos mapas.
Curiosísimo esa especie de exlibris del propietario anterior (o primitivo) del libro, que firma en 1910 un tal Lloyd Odell, de la Chautauqua Institution, que en la actualidad aún sigue existiendo en la ciudad de Nueva York.




[...]
Ah! on Thanksgiving day, when from East and from West, 
From North and from South comes the pilgrim and guest; 
When the gray-haired New Englander sees round his board 
The old broken links of affection restored; 
When the care-wearied man seeks his mother once more, 
And the worn matron smiles where the girl smiled before; 
What moistens the lip and what brightens the eye, 
What calls back the past, like the rich Pumpkin pie?
[...]

«The Pumpkin», John Greenleaf Whittier (1807–1892)

 

miércoles, 16 de noviembre de 2016

DESDE NUEVA YORK: CUADERNOS DE HUMO 13

humo (Del lat. fumus.)
1. m. Mezcla visible de gases producida por la combustión de una sustancia,
generalmente compuesta de carbono, y que arrastra partículas en suspensión.
2. m. Vapor que exhala cualquier cosa que fermenta.
3. m. pl. hogares (‖ casas).


Desconozco si el nombre de la revista Cuadernos de Humo, con sede en Brooklyn, hará referencia a la primera, segunda, o bien tercera acepción de la RAE, pero parece claro que a día de hoy resulta imposible guardar el humo, salvo con la pericia de un imposible prestidigitador de lo incorpóreo.

El humo representa lo efímero; y puede que en cierto sentido los poemas también: sólo comienzan a perpetuarse cuando palpan el papel. Es por ello que el editor de la revista, Hilario Barrero, posee ciertas dotes de prestidigitador, al que lo imagino oteando la vida desde un alto rascacielos cuando la luz decae en su Nueva York de adopción y apunta en un cuaderno todo cuanto observa, todo cuanto escucha, y todo cuanto imagina.

 

Hilario Barrero se jubiló hace un año como profesor de literatura. Es un poeta de enorme singularidad, poso oscuro, gongoriano y hermosa plasticidad, que de manera elegante y magistral también cultiva la traducción (Kenyon, Ted Kooser, Henry James) y unos exquisitos diarios (neoyorquinos) que aparecen cada dos años. La revista Cuadernos de Humo, en cuyo último número he participado, es otra forma de entender la literatura de este poeta toledano.

Recuerdo cuando fui invitado a participar en la revista de poesía La Galla Ciencia, en su número de octubre de 2015, y aún rememoro la sensación que sentí al recibirla, al pasar las páginas, oler el papel, su tinta: ¡era tan hermosa, que casi sentía miedo de tocarla! Hoy he experimentado la misma sensación; la he tocado, y la he olido (olía a las grandes avenidas de Nueva York, a sus altos cielos, a sus aguas, lo sé, aunque nunca haya estado allí sé que esa ciudad desprende ese olor); el papel inmaculado, los caracteres negros, y en el pie de imprenta la leyenda de haber sido editada en Brooklyn: Printed in USA.

La revista en sí es una pequeña joya, en donde se pueden disfrutar de una veintena de sugerentes y enigmáticos dibujos del propio Barrero, que en este caso los poetas invitados son acompañados por un par de poemas de Emily Dickinson y James Tate traducidos por él mismo. Me entusiasma haber participado un número tan bonito, el 13, y en la serie «Donde está el fuego», puesto que el fuego extingue, pero también purifica.

Hilario, gracias por invitarme a comer en tu festín de imágenes y palabras.