Pero a mi parecer aún existe otro cuarto apartado
en el que estarían incluidos aquellos escritores cuyas obras resultaron inéditas en vida
pero que no se les encuadra en ninguno de los tres grupos anteriormente
expuestos del Olimpo Literario del Más Allá (A: escaso éxito en vida; B: rechazo
por parte de las editoriales; C: escritores que han obtenido un éxito póstumo), ya en este caso hablamos de escritores consagrados que no fueron
rechazados por las editoriales sino que por contra éstas quisieron subsanar su error
inicial publicando su obra posteriormente, o bien los escritores no quisieron
que se publicase en vida, o bien tras morir éstos la familia ha querido hacer dinero
fácil gracias al renombre del autor. En esta lista
encontramos a Ernest Hemingway, Tolkien,
Julio Cortázar, Bolaño o al genial Pessoa, si bien a este último se le podría
buscar hueco en cualquiera de los anteriores apartados o incluso crear uno exclusivo para él. Curiosamente el genio
portugués apenas publicó en vida unas trescientas páginas de poemas, que no
está mal, pero si se las compara con aquello que tras su muerte se ha
publicado, la cantidad es ridícula, y ello no abarca sólo a obras propias, sino
toda la literatura que sus trabajos han generado: un hombre de variadas vidas y
personalidades.
Dentro de
este cuarto apartado –un subapartado à
la Groucho Marx: "La parte contratante de la
primera parte será considerada como la parte contratante de la primera
parte"– aparecen otros como Mark
Twain, que dejaron instrucciones para
que alguna de sus obras, en este caso una autobiografía, no se publicase hasta
100 años después de su muerte, siendo editado el primer volumen en noviembre de
2010 tal y como era su deseo. A otro como Canetti
también se le puede enmarcar dentro de este subapartado
del presente apartado, ya que por sus propias disposiciones
testamentarias el resto de su obra no podrá ser conocida ni editada hasta el
año 2024.
Otro caso
dentro de este subapartado del presente
apartado con el que estamos terminando es el de José Saramago, escritor tardío que pocos años
antes de su muerte recibió una llamada de la editorial que había rechazado el
manuscrito que el escritor portugués había escrito en 1952 –era su segunda
novela– cuando contaba con 31 años. Saramago
se sintió tan sorprendido como dolido por la falta de respeto con la que fue
tratado en su día, pidiendo a sus herederos que Claraboya no se publicase
hasta que él muriese, y así sucedió en 2011.
Qué duda
cabe que el ser humano siente morbo y excitación por la muerte –evidentemente
la ajena y lejana–, que irresistiblemente se siente atraído por la sangre y las
vísceras, por las moscas y moscones que pululan sobre los cadáveres. Muy
especialmente en occidente se idolatra y venera de manera casi enfermiza a los
muertos, y no hay duda que la muerte y por ende sus muertos, venden mucho más
que los vivos. Si muchos de estos escritores no hubiesen desaparecido nunca –fantasía improbable–,
apenas serían conocidos, y por tanto casi no habrían podido vender sus
ejemplares, aunque este no sea el caso de Saramago,
que vendió en vida muchísimo, siendo reconocido por el público y por
importantes premios, pero tras su óbito, en España las ventas de sus
libros aumentaron
un 70%, ¡y es que la muerte nos sienta tan bien!, y si no que se lo pregunten a
Poe, Kafka,
John Kennedy
Toole y últimamente a Stieg Larsson,
también en el plano económico, ya que su familia (padre y hermano) se han hecho
de oro gracias a la trilogía del escritor, valorada en 15 millones de dólares,
pero no así su compañera sentimental, que al no tener formalizada su relación
le han impedido acceder a los multimillonarios
beneficios, pero esto es otra historia, aunque curiosamente también tiene
que ver con la muerte; todo tiene que ver con la muerte.
Nerón observa la disección de Agripina. Georges Chastellain, Miroir de Mort, France 1470 (Carpentras, Bibliothèque municipale, ms. 410, fol. 8v.
Las ventas
de los trabajos de los muertos se disparan, son líderes de ventas por encima de las de los vivos, como ya sucedió con Michael
Jackson. Y en homenaje a Lou Reed que
no hace mucho que se fue y al otoño que ya acabó, y al invierno en el que ya
nos hallamos, acabo con el eterno Poe:
Es
un visitante –me dije–, que está llamando al portal;
Sólo
eso, nada más.
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