Arthur Rimbaud (1854-1891) |
(...) Iba, sin preocuparme de carga y de equipaje,
con mi trigo de Flandes y mi algodón inglés.
Cuando al morir mis guías, se acabó el alboroto:
los Ríos me han llevado, libre, adonde quería.
En el vaivén ruidoso de la marea airada,
el invierno pasado, sordo, como los niños,
corrí. Y las Penínsulas, al largar sus amarras,
no conocieron nunca zafarrancho mayor. (...)
EL BARCO EBRIO
Entre las muchas anécdotas que sufrieron, se dice que la pareja malvivió en la capital inglesa sobreviviendo gracias al dinero de la madre de Verlaine, puesto que las clases particulares de francés que impartían no daba para mucho, y en esa vida miserable, Rimbaud se las ingenió para pasar los días en las cálidas y acogedoras salas del Museo Británico alejado del frío y humedad del Támesis. La relación acabó, y Verlaine regresó a Bruselas con la esperanza de que su mujer lo perdonase. Rimbaud apareció y aquello acabó como el Rosario de la Aurora: Verlaine borracho disparó en la mano de su antiguo amante. Debemos agradecer a aquella relación que Rimbaud compusiese Una temporada en el infierno, una obra maestra del Simbolismo. El amor ente ambos parece que no se terminó ahí, y años después volvieron a verse en Alemania recordando los buenos tiempos de Londres.
De mis antepasados galos, tengo los ojos azul pálido, el cerebro pobre y la torpeza en la lucha. Me parece que mi vestimenta es tan bárbara como la de ellos. Pero yo no me unto de grasa la cabellera.
Los galos fueron los desolladores de animales, los quemadores de hierbas más ineptos de su época. Les debo: la idolatría y la afición al sacrilegio; ¡oh! todos los vicios, cólera, lujuria, la lujuria, magnífica; sobre todo, mentira y pereza.
UNA TEMPORADA EN EL INFIERNO
Abandonada la poesía, su huida le llevó a nuevos países: Java, Chipre, Yemen... y diversas profesiones: profesor, soldado, agente de una compañía, contrabandista... De una supuesta artritis en su rodilla derecha pasó a una sinovitis y más tarde a un carcinoma que terminó con la pierna amputada. El 10 de noviembre de 1891, murió en Marsella (Francia) a los 37 años.
(...) ¡Hueste extraña de gritos justicieros
el cierzo se ha metido en vuestros nidos!
A orilla de los ríos amarillos,
por la senda de los viejos calvarios,
y en el fondo del hoyo y de la fosa,
dispersaos, uníos. (...)
LOS CUERVOS
Vidas al límite (1995), dirigida por Agnieszka Holland |
No es un milagro lo que marca la trayectoria literaria de Arthur Rimbaud, que ya a los seis o siete años escribía prosa y a los diez auténticos poemas, abandonand antes de los diecinueve años su vida literaria. No, no es un milagro que hoy se le recuerde, porque en literatura no existen lo antinatural: Rimbaud poseía un talento fuera de lo común, que no necesitó de más tiempo para demostrar su valía. Era maldito: así nació, así vivó, y murió así. Merci maudit!
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