lunes, 4 de junio de 2018

UNA HABITACIÓN DE HOSPITAL CON VISTAS AL MAR

Hace escasas semanas que la editorial cacereña Letras Cascabeleras ha publicado mi último poemario: Una habitación de hospital con vistas al mar. 


La secuencia de poemas que forma el libro fueron escritos entre enero de 2016 y los primeros meses de 2017. Como me ocurre con cada poemario, siempre hay algún momento que activa el inicio del mismo, y aunque nunca sé con exactitud cuándo va a terminar, también hay algo que me anuncia que éste debe cerrarse, que siempre resulta lo más complicado, al menos en mi caso. 

Sigo siendo fiel a mi modus operandi de ser incapaz de crear poesía si no es ante situaciones amargas y desesperantes... quizá porque es la única forma que tengo de canalizar el dolor, así que este poemario se abre en el momento exacto del anuncio de una enfermedad diagnosticada a un familiar muy cercano y de vital importancia en mi vida, y el libro se va desarrollando a la par de esa enfermedad, y hasta evoluciona con ella. Como la enfermedad parece que va quedando neutralizada, otros elementos se adueñan de sus páginas: la muerte sempiterna, la luz y las sombras, la búsqueda obsesiva de Dios, la decepción, los diferentes mecanismos del lenguaje, y por supuesto mi primera hija, que también está muy presente en varios poemas, de forma manifiesta y también velada; mi segunda hija vino justo al terminar el poemario.

La importancia que este libro tiene para mí, aparte del acontecimiento que siempre supone publicar, es que constato (y asimismo me lo han expresado quienes lo han leído) que he sido capaz de conseguir una voz poética propia en la que me reconozco y con la que me siento cómodo, algo que ya intuía en el poemario Grecia: guía de viaje para antipoetas y soñadores y que ahora parece quedar certificado y es para mí motivo de satisfacción pues me otorga una mayor seguridad a la hora de seguir escribiendo. Como el instrumentista de jazz que busca su propio sonido, y aunque influido por otros instrumentistas y al final (con mayor o menor comprensión por parte del público) acaba por encontrarlo, esta voz poética que buscaba desde hace tiempo y en la que me reconozco ha sido construida por un lado con la ayuda de los poetas a los que leo, y por otro lado por mis propias experiencias vitales.  

En cuanto al libro, éste se estructura en dos grandes partes: «Lapsos» y «Suturas», y además existe una pequeña sección titulada «6 Poemas religiosos», cerrando el libro otra sección que contiene poemas muy breves, aforismos, pensamientos... como una suerte de apuntes que me han ayudado a componer el grueso de los poemas. 

Las bellas ilustraciones del interior así como la cubierta son obra del poeta y traductor Hilario Barrero, que junto al también poeta Antonio Praena leyeron el manuscrito original de este poemario y me regalaron más de un consejo.  


LO QUE VALE LA VIDA  

21 gramos  
precisan que pesa el alma humana:  
unas generosas cucharadas de té,  
una bolsa de coca adulterada.  

Hoy he pagado 2 con 20  
por participar en una corona de flores  
(que ya olían a cadáver)  
para la madre muerta de una compañera, 
pues morir puede ser tan barato  
como el café de esta máquina del tanatorio:  
insípido, aguachado y sin sustancia.   

«Esta vida son dos días», oigo decir,  
y se dan las manos, se besan  
y comentan lo buena que era.   

A esto se reduce lo que vale la vida.


Reseñas en:
- El Diario Montañés, por Carlos Alcorta (15/02/2019)
- Estación Poesía, por José Luis López Bretones (Invierno 2019)
- Puentes de papel, por José Luis Morante (16/01/2019)
Letralia, por Beatriz Pérez (25/08/2018) 
- El atril, por Antonio Praena (31/07/2018)
- Profundamente superficial, por Javier Gallego (4/07/2018) 
- La Náusea, por Beatriz Pérez (28/06/2018)
- Por hache o por be, por Hilario Barrero (5/06/2018)