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lunes, 16 de febrero de 2015

CONTRA GIL DE BIEDMA

Hace unos días volví a visionar El cónsul de Sodoma (Sigfrid Monleón, 2010), película basada en la vida del poeta Jaime Gil de Biedma; y volví a sentir lo mismo que la primera vez: una sensación agridulce. Bien es cierto que el filme relata con bastante fidelidad la vida social del poeta (atendiendo claro a la biografía de Miguel Dalmau Jaime Gil de Biedma. Retrato de un poeta), pero a pesar de ello la impresión que deja la imagen trazada por Monleón es la de estar resaltando el plano sexual para minimizar su parte literaria hasta dejar ésta en algo anecdótico cuando debiera ser todo lo contrario. El cónsul de Sodoma bien podría haberse titulado Contra Jaime Gil de Biedma (aunque nada tuviese que ver con estos versos): 
 
De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso, 
dejar atrás un sótano más negro 
que mi reputación —y ya es decir—, 
poner visillos blancos 
y tomar criada, 
renunciar a la vida de bohemio, 
si vienes luego tú, pelmazo, 
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes, 
zángano de colmena, inútil, cacaseno, 
con tus manos lavadas, 
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?  

Te acompañan las barras de los bares 
últimos de la noche, los chulos, las floristas, 
las calles muertas de la madrugada 
y los ascensores de luz amarilla 
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo 
la cara destruida, con ojos todavía violentos 
que no quieres cerrar. Y si te increpo, 
te ríes, me recuerdas el pasado 
y dices que envejezco.
(...)

CONTRA JAIME GIL DE BIEDMA - J. Gil de Biedma

Jaime Gil de Biedma (1929-1990)

El estilo poético de Gil de Biedma sorprende por poseer un lenguaje coloquial, directo, ausente de la búsqueda de palabras grandilocuentes, lleno de pesimismo y con una constante alusión a hechos autobiográficos amén de estar cargada de cierta crítica social. Esa forma autodestructiva, pesimista y nihilista se refleja en un poemario cuyo título lo dice todo: Poemas póstumos; y en composiciones como Contra Jaime Gil de Biedma, No volveré a ser joven o Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma. Queda claro que en el creador barcelonés resulta complicado disociar la vida de poeta y su vida social; su parte literaria y su vertiente humana, pero en la película se echa en falta un retrato más profundo de su poética (una de las más importantes y exquisitas del siglo pasado y referencia hasta hoy en día), lírico de raíz eliotiana que mantuvo correspondencia entre otros con Luis Cernuda o con el propio Eliot (se agradece la imagen de la película en la que Gil de Biedma aparece leyendo los Cuatro cuartetos del inglés).

Pero el biopic dirigido por Sigfrid Monleón (con una sobresaliente actuación de Jordi Mollá) se posa en exceso en los detalles escabrosos, en el plano sexual, en las personas con quienes el poeta se iba a la cama; y se echa de menos una exposición de cómo creaba, cómo componía (escaso o nulo en el filme) en lugar de tanto culo en penumbra y primeros planos de falos erectos, pero evidentemente, en ese caso pudiera resultar irrelevante e insatisfactorio para el gran público en general. Una oportunidad perdida.

(...)
En paz al fin conmigo, 
puedo ya recordarte 
no en las horas horribles, sino aquí 
en el verano del año pasado, 
cuando agolpadamente 
tantos meses borradas
regresan las imágenes felices 
traídas por tu imagen de la muerte… 
Agosto en el jardín, a pleno día.
(...)

DESPUÉS DE LA MUERTE DE JAIME GIL DE BIEDMA - J. Gil de Biedma

domingo, 2 de noviembre de 2014

LA LEYENDA DEL INDOMABLE

En la figura de Dylan Thomas (Swansea, 27 de octubre de 1914 - NY, 6 de noviembre de 1953) confluyen todos los elementos necesarios para hablar de un poeta mítico: lírica sublime, dueño de una voz envolvente, y esta última no menos incisiva, ser acusado de arrastrar excesos (alcohólicos y borracheras legendarias) que bien pudo ser el motivo de su prematura muerte; todo ello sin ni tan siquiera haber alcanzado los cuarenta años de vida.

Para la nieta del poeta, Hannah Ellis, todo cuanto se ha hablado de su abuelo acerca de sus jaranas y la explotación del lado bohemio (puede que quisiera decir juerguista, tabernero, canalla nocturno) y sus fabulosas melopeas eran en muchos casos falsas o al menos exageradas; para ella, esto ha hecho que la enorme calidad literaria del poeta galés quede ensombrecida y ciertamente apocada, (yo disiento).


Nada de él ha quedado sepultado por el paso de los años, y ni mucho menos por la muerte: su herencia simbolista, el carácter elegíaco que encierra toda su obra, la oscuridad de sus versos, la perfección estilística y la innegable conexión con Eliot. Sus poemas tienen la particularidad de alcanzar mayor dimensión cuando son leídos en voz alta; acaso mejor escuchados. Se le acusa, los que no pueden imputarle nada, de ser excesivamente barroco y rimbombante. Para ellos, envidiosos, este ostentoso poema: 

Y la muerte no tendrá señorío.  
Desnudos los muertos, ellos serán uno 
con el hombre del viento y la luna del oeste;
cuando sus huesos descarnados limpios se dispersen,
astros tendrán por codo y pie;
aunque enloquezcan serán cuerdos, 
resucitarán aunque se hundan en el mar;  
aunque los amantes se pierdan quedará el amor;  
y la muerte no tendrá señorío.
(...)
 
Dylan Thomas llegó el 20 de octubre de 1953 a Nueva York, y lo hizo para morir, aunque la excusa fuese para tomar parte de un interminable tour de lecturas poéticas. Y de costa a costa, aún retumba su frase lapidaria —imposible más precisa— brotando de aquellos labios agonizantes, sus últimas palabras: "He bebido dieciocho vasos de whisky, creo que es todo un record".

Lo afirmado al comienzo en cuanto a los elementos necesarios para encasillar a un poeta en el marco de lo mítico, no significa que aquellos que carecen de alguna de ellas (en especial de las dos últimas), no puedan llegar al olimpo de los poetas excelsos. En España, la semilla Thomas germinó en los Valente y Gil de Biedma, curiosamente en los mismos que quedó plantada la raíz de T. S. Eliot.

Hace justamente una semana comenzó a celebrarse el centenario del nacimiento de Thomas, pero a los poetas, como a los santos (mucho tienen de sobrehumanos y celestiales) hay que celebrarlos en su muerte —salvo que estén vivos o como Nicanor Parra se llegue a los cien años—; es ese momento cuando cierran, como el galés, el círculo perfecto de la poesía encarcelada en toda una vida.

(...)
y leo, en una concha,
la muerte clara como campana de boya.
(...)

*Muertes y entradas. Dylan Thomas. Traducción Niall Binns y Vanesa Pérez-Sauquillo. Huerga y Fierro. Madrid, 2003.

lunes, 12 de mayo de 2014

ELIOT, THOMAS STEARNS ELIOT: EL POETA INFINITO



He terminado de leer La aventura sin fin (Lumen, 2011), una recopilación de los ensayos menos conocidos de T.S. Eliot: Eliot en estado puro. Cuando por vez primera abrí un poemario de éste, y relajado comencé a leer sus versos, cambié por completo mi modo de entender la poesía, concluyendo que todo lo que había hecho hasta esos años no había sido en balde, ni siquiera erróneo, sino que me había estado preparando para llegar hasta su estilo poético: descarnado, experimental, crudo, simbolista y extrañamente evocador; fue como si algo rasgase mi interior, un escalofrío... y evidentemente, desde entonces cambié mi forma de leer poesía, quedando tocado por su intento rupturista –que por suerte consiguió– de cambiar la poesía anglosajona e influyendo de manera sobresaliente en el resto de poesías del mundo.

Para acercarse a los ensayos de Eliot se debe conocer previamente todo el universo del poeta –ensayista, dramaturgo, crítico, editor...–, sus parentescos, sus familias poéticas y literarias, sus filias, sus fobias, su infinito trasfondo, su lado interior –u oculto–, su origen, su principio y su fin... tomando prestado uno de sus versos (In my beginning is my end). Afirmaba que si no hubiese llegado a Inglaterra su poesía jamás se hubiese desarrollado así; pero si no hubiese nacido en EE.UU. tampoco; jugando con doble baraja, o con las cartas marcadas... este era Eliot.

T.S. Eliot (1888-1965)
La edición, a cargo de Andreu Jaume (los ensayos traducidos por Juan Antonio Montiel) es de un  resultado inmejorable, en primer lugar por la elección de los ensayos, y en segundo por la cantidad de notas que aporta a cada uno de los textos, pues una edición de Eliot (o de Pound y otros de la misma estirpe) sin anotaciones que aporten luz a sus escritos, es una edición incompleta, desmembrada, inútil; hasta el mismo poeta anotaba sus obras, dada la complejidad y referencias a las que aluden sus versos (vid. La tierra baldía). Las notas de Jaume, exquisitas y esenciales, podrían leerse hasta de manera independiente sin necesidad (exagero) de leer los ensayos, como un libro dentro de otro.

De lo leído extraigo mis propias conclusiones sobre el escritor: los románticos ingleses (Wordsworth, Coleridge, Byron –al que también critica–, Shelley, Keats) influyeron en su primera época, como Blake, y también Milton, si bien con este último tuvo sus más y sus menos, pleiteando en un ensayo en el que prácticamente llega a crucificarlo. A Yeats lo comenzó a admirar después de muerto, y de los simbolistas Laforgue fue su predilecto y evidentemente Baudelaire; de entre los poetas metafísicos Donne, pero fue por el poeta menor George Herbert por quien sintió más debilidad... y por encima de todos amaba a Dante y a Shakespeare, admiración que quedó reflejada en sendos ensayos, dos dedicados al florentino y otro al dramaturgo inglés.

Cada año releo sus poemas, de manera religiosa (un concepto muy eliotiano) La tierra baldía y Cuatro cuartetos. Y el poeta sigue vivo, su semilla, las voces o los ecos de su poesía latente en la de otros, en los versos de Cernuda, Gil de Biedma, Valente... y Eliot aún sigue produciéndome escalofríos.

...in my end is my beginning.