Domingo, 16 de agosto de 2020
Amaneció soleado y con una temperatura por encima de los 20°C que en el clímax del día alcanzó los 30°C. Anoche, a las 22:30 h, comenzó a llover muy suavemente y sin apenas hacer ruido, como un rumor crepitante, y de la misma forma, media hora más tarde, cesó en un último e imperceptible susurro.
Amaneció soleado y con una temperatura por encima de los 20°C que en el clímax del día alcanzó los 30°C. Anoche, a las 22:30 h, comenzó a llover muy suavemente y sin apenas hacer ruido, como un rumor crepitante, y de la misma forma, media hora más tarde, cesó en un último e imperceptible susurro.
Salí tarde de la Casa, cuando ya pasaban las 10 h. Llegué al Rijksmuseum y me adentré en sus hermosos jardines, pulcramente cuidados y en donde crees que la perfección podría incluso existir, deteniéndome en cada uno de los enormes bustos de los emperadores romanos que hay expuestos, obra del escultor Bartholomeus Eggers (siglo XVII). Impresionaba contemplarlos de cerca, con su mirada altiva, retorcidos y moldeados en viejo plomo. Me gustó Julio César, que ya intuía la traición, y Calígula, con el rostro inflamado por la locura. Al primero lo asesinaron en un complot en el que participaron más de medio centenar de senadores y en el que alguno ni siquiera se atrevió a asestarle la puñalada traicionera que le correspondía dar: «¡Tú también, Bruto!», exclamó sorprendido el hijo de Aurelia. Hubiese deseado que Eggers esculpiese a Nerón, el emperador que tocaba la lira mientras Roma ardía... como hoy Ámsterdam se quema sin necesidad de fuego y yo ardo en ella esperando un final parecido al de Julio César. ¿O esto ya me ha sucedido?
Me senté a la sombra en un banco de madera situado bajo la cara norte del museo, tratando de no pensar y dejándome acicalar por una anestesiante brisa, saqué un libro y me puse a leer. Los efectos de la pastilla que anoche ingerí en el último momento aún estaban presentes en mi organismo: los ojos querían cerrarse en contra de mi voluntad y los brazos flácidos descansar. ¡He cometido tantos errores, que hasta a mí me cuesta perdonarme! Confié ciegamente...
(La segunda parte de mi estancia en Ámsterdam así como la primera al completo,
aparecerán en su momento en papel.)