jueves, 7 de marzo de 2024

ASÍ SE FUNDÓ EL DAM SOBRE EL AMSTEL (2019)

ASÍ SE FUNDÓ EL DAM SOBRE EL AMSTEL (2019)

Así se fundó Carnaby Street
LEOPOLDO MARÍA PANERO


Entro ex professo en una taberna de viejos lobos de mar, junto a un canal en Chinatown (soy Jake Gittes, detective privado), Quartier Putain, ni un turista: el lugar preciso en el que explosionó la ciudad principal del Inferno. Abro sus puertas batwing con ambas manos: plano detalle de cada una de las miradas ciñéndose contra mi esqueleto: me he dejado crecer un espeso bigote, por lo que pueda acontecer, como el de Wyatt Earp en el tiroteo del O.K. Corral de Tombstone. Los presentes están sentados sobre el big bang amstelodamum y me miran con la curiosidad con la que se observa al extranjero, todos se conocen y les confunde que hable su idioma y mi aspecto sureño. Sus tatuajes arrugados por el sol ―los míos ocultos bajo la ropa―, su acento aguardentoso, del Mokum, sentenciarían los de «El Lugar», cuando me percato de mi inferioridad de canas. Mi entrada al tugurio es como un Cristo versus Arizona, frente a un vulgar coffee shop que en nada se asemeja a los mágicos fumaderos de opio que frecuentaba el sifilítico Baudelaire, el suicida Nerval o Slauerhoff el tísico. Tampoco guardan estos antros relación alguna con aquel escandaloso viaje-huida a Londres de Verlaine y Rimbaud, poseído por el hachís, una temporada en el infierno: poco después, a orillas del Támesis, se transforma en un opiófago vampirizado. Intuyen que también soy marinero, pero de alta montaña, me vengo arriba y hago el gesto de sacar la pipa, pero la tabernera, dos metros de altura bajo el nivel del mar, se acerca amenazante y la dejo quieta en el bolsillo: «Ni se te ocurra tocarla», leo en sus ojos. El local es un sosias dark version del Louis's, el restaurante en el que Michael Corleone mató a Sollozo y al capitán de la policía McClusky, por lo que probablemente también me hayan dejado en la cisterna del aseo una pistola. En un póster junto al water closet aparecen los últimos ganadores del campeonato de bebedores de cerveza, como una suerte de mitología griega abreviada, me tiro un farol: «Podría beber más cerveza que cualquiera de vosotros», cara de póker generalizado, y acto seguido se carcajean histriónicos, les miento a Michiel de Ruyter en Siracusa al servicio de la Corona española y sin pausa contraataco hablando del concepto de sustancia según Spinoza, «ebrio de Dios» cito a Novalis, me adentro en el área con la negación de la dualidad mente-cuerpo en un dedo, pero desde la barra un tipo con bigote blanco (un abrebotellas al cuello) afirma ex cathedra que Messi es Dios, “niet God maar wel een god” («no Dios sino un dios») puntualizo. “Je suis l'étranger”, medito recordando a Camus cuando il menssagero de Amazon entra al garito como Bach lo haría por su casa. «En el Sur se muere mejor», proclamo a los cuatro vientos a modo de Profecía antes de pagar arrojando mis últimas monedas sobre la barra de madera encharcada: Bring Me the Head of Alfredo Garcia, y se ponen serios, touché, Van Broncas se me arrima como un Miura ensangrentado, me encomiendo a san Bonifacio en la batalla final al amanecer y acto seguido me acuerdo de Gallito empitonado mortalmente en Talavera de la Reina, ¡Robert Johnson que estás en los cielos, a esta ciudad le quedan cuatro días, lo sé, y la odio con locura enfermiza, eso también lo sé y también lo saben ellos! 

P.S.- Cuando me marcho dejando una estela de espuma a mi paso se abren las encarnadas cortinas de los escaparates de los lupanares, no hay agujas de pinos sino agujas de yonkis en el suelo hundido, y la esclusa del sol se desangra en el horizonte de lo inmortal. Álea iacta est. Amén.

Ámsterdam, 2019




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