lunes, 21 de julio de 2025

ANOTACIONES A PIE DE METRO Y TRANVÍA

Ámsterdam, julio de 2025



Me encomiendo a Eneas: capítulo I de La Eneida: La tormenta y la llegada a Cartago. El éxito o el fracaso dependen de meras intervenciones humanas, y en ocasiones la mala praxis de la parte contraria resulta definitoria. ¿La Fortuna? Eso es otro cantar, al capricho de los dioses (que no de Dios).

Lluvia. 18 °C. Suelos mojados reflejando un cielo trémulo. En la tarde tardía nubes y sol alternándose en una lucha intestina en favor de las primeras. Viento y frío al anochecer. Ámsterdam en su eterno verano otoñal. 

«Almanaque», poema de Javier Velaza (Castejón, Navarra, 1963). Lo leí a los pocos minutos de que despegase el avión, mientras el paisaje aún era montañoso, resquebrajado y del imposible color ocre del Sur. Su final me inquietó, haciendo mío el sentido del mismo como una argamasa con mis propias sensaciones. En ocasiones me invade la superstición, como esta mañana: no puede tocar el morro del avión antes de acceder a éste, como suelo hacer siempre, puesto que me obligaron a entrar por la parte trasera. Mi intuición se convirtió en otro verso más del poema. 



Haber leído a Homero y Virgilio no siempre sirve.

Ámsterdam huele como el resto de ciudades del centro y norte de Europa: Londres, Berlín, Dublín, en Roma no tanto, en Atenas menos, acaso Lisboa aún siga manteniendo su esencia y en muchas ciudades de España también empieza a oler igual, a esa comida común sin identidad propia. Europa hace tiempo que ya no es Europa, que ha muerto, como anunciaron hace décadas el grupo de punk-rock Ilegales. Europa hiede como un cadáver corrompido y agusanado a pleno sol.  



Una peluquería; el cliente lee The New York Times

«Cuídate / de los días como estos, porque matan.» JAVIER VELAZA (El campamento de los aqueos, 2022), una sinopsis perfecta de esta jornada. 


Sol.

Zeeburg. Me siento en un banco a esperar lo inesperable, lo imposible. Siento la madera aún helada y enpapada por la lluvia de ayer y abro el poemario que traigo en la mochila y leo unos versos premonitorios. Un cuervo me mira y comienza a graznar: quizá quiera decirme algo, que no lea, que me marche, que aquí ya no tengo nada que hacer. Y llega un mirlo, que trata de acercarse a mis pies, tímidamente, y cerca observo una pareja de urracas saltando entre las flores: ellas me han nombrado el Señor de las aves. El cielo se cubre de pronto de nubes y suena el sonido espeluznante de una sirena de ambulancia. El tranvía rueda en su viaje de ida y vuelta, como parte de un rito ancestral, y yo espero, lo que nadie, ni el cuervo, ya espera: un ritual.

Un bocadillo hecho anteayer, reseco, de pan al borde del enmohecimiento, de carne purulenta que ya no se comen las aves de mi alrededor, ni tampoco las alimañas. Me vienen a la mente, otra vez, los versos de Baudelaire: «No busques más mi corazón; las bestias lo han devorado». 

El escritor Jacob Israel de Haan vivió en este mismo barrio, en De Pijp, en el número 29 de la calle Willibrordusstraat, a apenas dos minutos caminado desde mi hotel. Me acerco a ver la que fuera su casa por un tiempo. He recordado algún pasaje de su entonces escandalosa novela Pijpelijntjes (1904), escrito de manera casi dialectal y que tantas veces me he sentido tentado en traducirla. 

Un supermercado en De Pijp: higos verdes, hermosos, de fragancia sureña e inolvidable que anuncian que proceden de España (demasiado prematuros), y he recordado aquel verso de Arquíloco, el poeta griego, que decía: «Olvida Paros, aquellos higos y aquel vivir del mar». 

Hotel en el que los nuevos arcades se reúnen en salas del siglo pasado, matando marcianitos, transitando endiablados laberintos de comecocos o explotando pompas de colores, ecco il mio hotel, mi habitación descansa bajo la última letra de su enorme letrero vertical, ARCADE, con sus luces de neón amarillas brillando como la última noche de Chet Baker en esta ciudad, sombrías como un poema de Bukowski escrito en una habitación regada con whisky y cigarrillos y el calor entrando por las ventanas abiertas, Arcade, no es aquella Arcadia, buscarla y no encontrarla, la obsesión de medir el tiempo, de voltear, o no, el reloj de arena, de estrellarlo contra el espacio: el mundo es como una vieja máquina recreativa, has llegado a la última pantalla y se te acaban las monedas. 



BLURRED. FADED. Momentos tan lejanos que ya casi han desaparecido, figuras borrosas, rostros entonces infantiles ahora difuminados en una docena de estaciones. Un vacío absoluto relleno de un dolor que escuece sobre una charca seca, de tierra cuarteada. 

37000 pasos: el dios Hermes y su pie alado en los míos. 

La Arcadia nunca existió, bajo ninguna forma, ni tan siquiera en la imaginación, ni en una Hélade mitológica.


Cielo estrictamente holandés, como un lienzo encargado a un pintor hace tres siglos. 24 °C

9 h. Un hombre aparca su bicicleta. Lleva ropa de deporte: aspecto de ejecutivo en fin de semana. Mira a un lado, después al otro, y entra disimuladamente al casino, a jugarse las primeras horas de la mañana. A su familia le dice que va a practicar bicicleta, que es la mejor hora, y ellos aún lo creen, pero no por mucho tiempo. 

En el metro suena un concierto para piano de Tchaikovski, martilleando notas sobre un pentagrama de raíles contra las teclas blancas y más aún contra las negras. 

Flâneur. Comisaría de policía (como una preciosa sala de autopsias, estilo tienda de muebles nórdica, trato exquisito, me ofrecen un café, enseño los documentos, doy explicaciones, parece que espero a que me practiquen una colonoscopia o una prueba del estado de la próstata. «Lo llamaremos. No sufra. Entendemos su situación». Todos comprenden ya la locura humana. Deo gratias). Librerías (Swift, Jan Wolkers, Joyce). Canales. Cerveza en un bruin café en el Jordaan (la camarera deja espuma de jabón en los vasos), poemas de poemarios de allí, de aquí, de más allá.

Escucho gritar en la lejanía: «¡Papá, papá!». Pero no soy yo. 

Si me quedasen más días agotaría todo el jabón de Ámsterdam. 

Retrospectiva de Akira Kurosawa en el Eye Filmmuseum. El pequeño e íntimo Cinema Rialto (películas independientes en versión original subtitulada), que está en la misma acera de mi hotel, ofrece postales de algunas de sus películas.  



«El verano puede serte robado. / Las ventanas se abren al manicomio / del mundo. El chirrido del grabado / de la palabra escrita. Una uña araña / el mármol hasta convertirlo en polvo blanco. El becerro de oro / se ahoga en el calostro espumoso del profeta». (JAN WOLKERS)

Si el intento de locura fuese una ciudad; si sus canales desbordados de agua, si su cielo te arrastrase a ello; si esta lluvia, si las nubes de minutos después, si el olor, si la locura fuese cuerda; una ciudad. Locura. Esta ciudad, de stad, el poema de Kaváfis. Vade Retro. El terrible delirio. Una ciudad que se me ahoga en tristeza, a pesar de ser una de las urbes más agitadas, intensas y de una enorme vida cultural.


Tres grados más que ayer; sol, y cielo calimoso con intenciones de bochorno, pero yo sigo con mi estricta política de ropa invernal y mortuoria. Los resfriados aquí pueden alcanzar niveles míticos, y yo puedo dar fe de ello. 

La librería a la que acudo asiduamente divide el mundo en dos con sendas flechas contrapuestas: la entrada a sus instalaciones, llena de libros, y el resto: BOEKEN / GEEN BOEKEN. El Universo no es caprichoso: es una librería, o una biblioteca, sólo puede ser eso. 

Asesino el tiempo para que éste no me mate a mí. Me subo a un tranvía, luego a otro, y me detengo en paradas inusuales, inspecciono el lugar, me detengo a contemplar alguna flor, el vuelo de los pájaros, su parsimonia ante la vida, los antiguos almacenes del otrora puerto reconvertidos en bistrós. Desde muy pequeño tuve alma de flâneur, y hace mucho que ya lo soy. Es un trabajo laborioso, que requiere precisión y finura y un alto poder de observación, de sorprenderse de aquello en lo que nadie repara, de timidez y asombro ante lo diminuto. Pero la curiosidad también mató al gato. 



«Imagine the Future», reza un cartel de colores psicodélicos. Imagínalo, puede ser negro, gris o blanco, y todo a la vez. El futuro es vivir, y el presente una trampa para ratones para que no exista porvenir. 

A Noé le vas a hablar de un chaparrón, o a Ulises de una odisea, me digo mientras batallo sin cantos de sirenas en este mar lejano.

Me siento a esperar frente a la zona oriental del puerto de Het Ij, bajo la sombra de un frondoso castaño de Indias (como el que Anne Frank describía en su diario) y vuelvo al poemario de Velaza. Una mujer latinoamericana, que cuida a dos niñas que chapotean en el agua, escucha rancheras y temas de Sinaloa («El amor más bonito que tengo / por el que me mantengo»); yo preferiría que fuesen narcocorridos, con sus pistolas humeantes y sus eléctricos AK-47 y esos excelentes regueros de sangre y cadáveres abandonados en las cunetas. Pero todo no se puede tener. 



He invertido 5 euros en ir al aseo a lo largo del día (costumbre local de cobrarte en innumerables lugares públicos y no tan mala idea para la legión de incontinentes urinarios, entre los que me encuentro); un dinero bien invertido, digno de cotizar en bolsa.



Librerías. Esperar. Esperar. Leer. Esperar. Observar. Leer. Esperar. La eterna y purificadora paz de la Catedral de San Nicolás. Esperar. Chet Baker, que estás en los cielos. Esperar, y ya no sé qué más espero. 

«La embriagada trompeta de Chet Baker / resuelve polinomios esta noche / en tu cerebro opaco.» JAVIER VELAZA (El campamento de los aqueos, 2022).



Una enorme nube de humo henchido de marihuana amortaja la ciudad.

Mi anillo es una enorme calavera. Verte reflejado en él es lo que te hace mantenerte con los pies en el suelo y la mente en la tierra. Memento Mori. Hecho de carne putrefacta: recuerda que vas a morir. 

Ciudad de cabezas flotantes, como hormigas: «¡Hormigueante ciudad, ciudad llena de sueños, / Donde el espectro en pleno día atrapa al caminante! / El misterio fluye como una savia / Por los canales estrechos del coloso pujante», de Ch. Baudelaire, y del que T. S. Eliot toma para su Tierra baldía: «Ciudad Irreal / bajo la parda niebla de un mediodía de invierno». 

Barrio Rosa: ignominiosa venta de carne humana, ofrecimiento de sustancias alucinógenas, carteristas, navajeros, potenciales asesinos, urinarios callejeros desbordados de orina espumosa, olor a riñones en su primer lavado: Leopold Bloom desayunando el 16 de junio de 1904 en el número 7 de Eccles Street. La atrayente sordidez del Inframundo, que no es menos sórdido que el mundo superficial en el que nos obligan a sobrevivir. 



Dam: Una especie de profeta en pleno Pandemonium: una mujer de baja estatura, tatuada hasta el tuétano, predica su interpretación del evangelio con un altavoz, ante un público inerte, sentado, mirando el teléfono móvil, hablando entre sí, devorando comida y sin prestarle el más mínimo caso.

Al dar comienzo el atardecer el cielo se ha encapotado por completo, unas nubes entre amarillas y rojizas, hasta que se ha puesto a llover, primero ligeramente, y más tarde con un buen chaparrón a modo de dádiva. Me marché; nadie me había dado vela en ese entierro. 



Largo paseo por Sarphatipark bajo la intensa lluvia antes de que se extinga la última luz, al abrigo de las copas de los altos árboles y deleitándome con las aves que daban saltitos santificando la lluvia: mirlos, zorzales, la amplia familia de los córvidos... Con el crujido de mis pies sobre la arena, el penúltimo rastro que dejo, por esta vez, aquí.

Poder vivir en este pequeño cuarto es una opción. 

Desde la cama se escucha salpicar la lluvia de la calle, agua pura, la campana del tranvía, los timbres de las bicicletas, voces y ecos, una obra maestra de la cacofonía.

❦ 

Amanezco antes del propio amanecer. La luz ya ha subido su telón a las 5 h. Niebla (Londres está en frente). Lluvia. Como si no hubiese habido día y noche, un continuum, el Tiempo ha absorbido su propio reloj, su mecanismo cruel, y me marcho en el mismo día en el que llegué.

Es la primera vez que vengo aquí (incluso en cualquier otra ciudad europea) que no visito un cementerio, pero... Schiphol, aeropuerto, 5 m bajo el nivel del mar, un antiguo terreno pantanoso de incierto origen etimológico: «Sciphol». Mi diccionario de neerlandés medieval especifica que «scip» (o «skip») significa «barco», aunque bien podría ser un vocablo de origen gótico, y en tal caso su significado sería el de «madera para cortar». Por otro lado «holl» (o bien «hal») viene a ser «tierra baja», si bien otros historiadores y lingüistas apuntan a que también podría hacer referencia a una «tumba», por lo que también pudo ser un antiguo cementerio de barcos. La sensación aquí es la de ser el zombi de algún marinero que naufragó hace siglos. 

Será difícil que olvide la poesía de Javier Velaza, unida para siempre a Ámsterdam y a esta nueva y a la vez vieja odisea.

Ulises, el hijo de Laertes y Anticlea regresa a Ítaca, y Penélope no ha dejado de destejer un hilo de pensamientos. Una odisea repleta de monstruos y brujería. Mis hijas han quedado lastradas en otros mares, al otro lado, en el Confín del mundo, y tocas puerto con las secuelas del soldado de una nueva Vietnam: completamente vacío y con el demonio de la derrota enroscado en los huesos.

Llegas a tu origen, deshaces la maleta y con ello se descompone el viaje, como si estos días pasados no hubiesen existido, como un sueño lejano corrompido por la amnesia que se abisma al fondo del cajón de la Nada.

PS.- NOTA A PIE DE AVIÓN: El único motivo y objetivo por el que acudí a aquella ciudad no he podido llevarlo a cabo (por causas ajenas a mi empresa: la vileza y la vesania cinerea tiene nombre y un apellido), pero escribir sobre ello, y sólo sobre este viaje, daría para una enciclopedia, o una saga interminable: George R. R. Martin temblaría. El Tiempo y la Verdad darán su última palabra, porque el Verbo ya se hizo Carne, y es lo que sostiene el Universo: es Alfa y Omega.

«Amicus Plato, sed magis amica veritas», escribió Aristóteles, y Cervantes puso en boca de Don Quijote en conversación con Sancho: «Platón es amigo, pero es más amiga la verdad».   


miércoles, 18 de junio de 2025

YO NUNCA QUISE TENER UNA CASA; YO SÓLO QUERÍA UNA BIBLIOTECA

¿Es posible que la existencia sea nuestro exilio y la nada sea la casa? 
EMIL CIORAN 


Yo nunca quise tener una casa; yo sólo quería una biblioteca, pero desgraciadamente lo segundo implicaba lo primero. Probablemente tenga unos 6000 libros repartidos, que no significa que sean ni muchos ni pocos: es un simple guarismo. Estimo que resultaría más significativo afirmar que probablemente habré leído (y releído) el 90% de ellos, y aun así es, igualmente, otro número más.


En La Biblioteca de Babel Jorge Luis Borges fantasea con una biblioteca infinita que contiene todos los libros imaginables, generados por todas las combinaciones de letras, lo que lleva a los bibliotecarios a una búsqueda obsesiva de conocimiento y significado, enfrentándose a la desesperación ante la infinitud y la aparente inutilidad de su tarea. El cuento de Borges no es sino una hermosísima metáfora sobre el Universo, el conocimiento humano y por supuesto la búsqueda del sentido de la vida, ergo: un libro puede abrazar toda la Existencia.   


Abdul Kassem Ismael, el gran visir de Persia que vivió en el s. X, poseía una biblioteca de 117.000 libros. A pesar de sus continuos viajes jamás se separó de ellos, por lo que se las ingenió para que éstos fuesen transportados por una caravana de 400 camellos caminando en orden alfabético. Umberto Eco contó por encima los ejemplares de su biblioteca de Milán y le salieron unos 30.000 libros. Pero las bibliotecas no están exentas del desastre, y Plutarco, el magnífico historiador romano, relata que durante la Guerra de Alejandría en el 48 a.C., Julio César ordenó quemar los barcos en el puerto para evitar que cayeran en manos enemigas, pero el fuego se propagó accidentalmente a los almacenes cercanos, destruyendo parte de los depósitos de libros de la fastuosa Biblioteca de Alejandría. ¡Maldito seas, Julio César! 


Pero no todo son mastodónticas bibliotecas: el filósofo Emil Cioran (al que sólo puede leerse en momentos de depresión, pues su pesimismo siempre será superior al propio y por tanto sirve de inestimable ayuda) disponía en su diminuta buhardilla de París no más de 300; no le hacían falta más. Esto también es una cifra. Al final los libros se asemejan a una bella mancha de moho que va colonizando pasillos, dormitorios y todo lugar y rincón habido y por haber, quedando exentos, en mi caso, tan sólo los baños. Pero poseer libros también entraña sus riesgos, como el terror cósmico (similar al que nos mostró Lovecraft) a quedarse sin espacio y la imposibilidad de situar a un autor en su materia correspondiente y por exquisito orden alfabético. Pero también se produce esa hormigueante y obsesiva ansiedad por conseguir un libro único, y no poder hacerlo, o el remordimiento (eso sí, sólo en los primeros momentos) de haber adquirido un ejemplar por su desorbitado precio, aunque lo valiese (una primera edición numerada, un elzevier, un moretus, un raro ejemplar con erratas...). Esta bellísima enfermedad se puede acercar a la bibliofilia (como objeto de deseo, más que de lectura) con tendencia a la -itis (del griego inflamación) dando como diagnóstico la bibliotitis, un neologismo de cosecha propia. 


Qué duda cabe que los libros generan graves trastornos y enajenación profunda (que se lo digan a Alonso Quijano, más conocido como Don Quijote, pues «Sin una pizca de locura el lirismo es imposible», Cioran dixit), e incluso ocasionan incomprensión, más aún cuando nos hallamos inmersos en esta pestilente era digital, pero no es menos cierto que éstos son el mejor analgésico y el perfecto ansiolítico que nos acompañan en la más absoluta soledad (de un aeropuerto, en la obscura sala de espera del psiquiatra, en un pulcro tanatorio...) pero es preferible disfrutar los libros en la mejor compañía. El filósofo Ludwig Wittgenstein dejó escrito en su Tractatus Logico-Philosophicus que «Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo». 

Yo nunca quise tener una casa, sino una biblioteca; una casa es el radical sinónimo de la acotación de los límites.


sábado, 26 de abril de 2025

RESEÑA DE "LA CONJURA DE LAS TABERNAS"

Miguel Vega firma esta excelente reseña de mi novela La conjura de las tabernas en la revista de literatura El coloquio de los perros, desgranando de forma minuciosa tanto los aspectos generales de la misma así como los subyacentes.

El coloquio de los perros © Chema Rodríguez

Aquí algunos extractos de la misma:

«[...] Otro elemento omnipresente en la novela es el culturalismo: quiero referirme con ello a las continuas y jugosas referencias a distintas artes como la música, la literatura o el cine, que aderezan aquí y allá las páginas de esta narración. Sin obviar, por supuesto, otros campos culturales como la gastronomía y los alcoholes, o breves guiños a la tauromaquia y al boxeo. Veremos desfilar, de manera imprevisible, nombres como los de Agustín de Foxá, Ortega y Gasset, Billie Holiday, Agustín Lara, George Orwell, Arthur Cravan o actores del Hollywood clásico representados en las figuras de Humphrey Bogart, Edward G. Robinson o James Cagney. 

»[...] Se aprecia también la experimentación en el uso del lenguaje, principalmente en la creación de neologismos con palabras compuestas. 

»[...] El gusto por un rico manejo del idioma, acudiendo a los registros cultos y populares (a veces incluyendo también el registro manifiestamente vulgar), es uno de los alicientes de esta obra: el autor ha huido en todo momento del estilo plano o neutro en el lenguaje empleado. 

»[...] Destacan otros aspectos de La conjura de las tabernas que merecen ser mencionados. Por un lado, está la indudable maestría que se precisa para manejar a los numerosísimos personajes que comparecen en las páginas de este texto narrativo (el novelista malagueño Antonio Soler ya comentaba esta circunstancia a propósito de su novela Sur). La mayoría de ellos estupendamente caracterizados; algunos de manera brillante. 

»[...] Por otro lado, también descuella el uso de los diálogos a lo largo de toda la novela, verdaderos catalizadores de la vida en Terra Nivis y que fluyen con una frescura digna de encomio: humorísticos y filosóficos, culturalistas y rurales, rítmicos y sincopados; la paleta es riquísima.»

https://elcoloquiodelosperros.weebly.com/la-biblioteca-de-alonso-quijano/la-conjura-de-las-tabernas


domingo, 13 de abril de 2025

POETAS Y JÓVENES. ROQUETAS DE MAR (2025)

El 21 de abril estaré hablando de creación poética y poesía a los alumnos de Secundaria y Bachillerato de los institutos de Roquetas de Mar (Almería).



https://farocultural.roquetasdemar.es/actividad/1486/info-actividad

lunes, 31 de marzo de 2025

FERIA DEL LIBRO DE ALMERÍA 2025

Por cortesía de Librerías Picasso, el sábado 5 de abril estaré en Almería firmando bajas laborales, actas de defunción, decretos y declaraciones de independencia. (La DGT aconseja que la llegada a la caseta se haga de manera escalonada.)

Estaré posando también para las revistas JARA Y SEDAL, MOTOR y GOLF TOTAL, y a quien lo desee le dedicaré mi última novela: La conjura de las tabernas.  



sábado, 8 de marzo de 2025

ALGUNOS PERSONAJES DE "LA CONJURA DE LAS TABERNAS"

No soy muy partidario del uso de la Inteligencia Artificial para aspectos creativos, pero en esta ocasión me ha servido como divertimento (y también cargándome de mucha paciencia) para hacer una aproximación al aspecto físico de algunos de los más del centenar de personajes que aparecen en mi reciente novela La conjura de las tabernas.

Y este es el resultado:

DAMACIO EL CURA (1918)


DAMACIO EL CURA (1962)


P. LEWIS (1962)


NAPIAS CASTILLO (1962)


CABO ZARCILLA (1962)


DUNCAN DANTÈS (1962)


JA’PEDRO DE CASANCHA (1962)


DICK EL DEL PUERTO (1962)


TATUAJE DE DICK EL DEL PUERTO (1962)


LOLA LA PELIRROJA (1962)


GIROUX (1962)


CORTO MULERO (1962)


LUCAS (1962)


LUCAS (1988)


AVA (1962)


AVA (1988)


ANTÓN EL MONECILLO (1988)


TERRA NIVIS (1963. INVIERNO)


TABERNA EL COLMILLO DEL JABALÍ (1962)


TABERNA EL COLMILLO DEL JABALÍ (1962. COCINA PRIVADA)


TABERNA MOBYDICK (1962)


TABERNA MOBYDICK (1962)


TABERNA MOBYDICK (1962)


TABERNA MOBYDICK (1962. DÍA DE LLUVIA)


ALGUNOS DE LOS ESCRITORES QUE HAN INFLUIDO 
EN LA ESCRITURA DE ESTA NOVELA
(M. TWAIN, H. MELVILLE, W. FAULKNER, J. JOYCE)


miércoles, 29 de enero de 2025

"LA CONJURA DE LAS TABERNAS"

Años 60 del pasado siglo. Tras el nuevo gobierno que nace en España al término de la Guerra Civil, un nuevo golpe de estado, una década después, da lugar a la TERCERA REPÚBLICA, que se convierte en un régimen feroz, dictatorial y represivo. Con este argumento se abre esta novela de historia-ficción que posee tintes de novela negra y experimental, influida por autores como M. Twain, W. Faulkner, J. Joyce, Agustín de Foxá, Hugo Claus, C. J. Cela o Cormac McCarthy, un relato repleto de sarcasmo, ironía y humor negro e impulsado al ritmo de apuntes de literatura, política y jazz, haciendo uso de una descarnada descripción de la violencia y acudiendo a un lenguaje y estilo cercano al cine.

La conjura de las tabernas es una novela que, como si se tratase de tres ruedas dentadas de un reloj mecánico, hace poner en marcha la maquinaria del argumento. Una de esas ruedas del engranaje describe unos hechos históricos enmarcados en la primera parte del siglo XX en nuestro país, mientras que la otra supone un absoluto ejercicio de historia-ficción; a su vez esas dos ruedas se encuentran engarzadas a otra de mayor tamaño: un relato movido por todo lo anterior que sirve de verdadero motor para engrasar el desarrollo de la trama.


La conjura de las tabernas es una novela inclasificable porque puede ser una novela negra y un thriller político, además de un ejercicio literario de historia-ficción insertado a su vez en una novela que presenta datos históricos fehacientes; pero es también una novela coral, surrealista al mismo tiempo que realista; un wéstern moderno y una novela costumbrista que bebe del tremendismo y que incluso puede ser fantástica; un roman à clef y una novela experimental que busca experimentar con las formas y el lenguaje; probablemente sea una mezcla de todos esos subgéneros, si bien aparenta ser una novela netamente posmodernista, puesto que presenta los elementos principales de este movimiento literario:

—Niega y a su vez afirma el paradigma modernista. 
—No existe relación clara entre narración y tiempo, por lo que la narrativa se encuentra fragmentada y se presentan saltos en el tiempo. 
—Repeticiones del mismo hecho varias veces. 
—En ocasiones resulta complejo interpretar la trama. 
—Se produce una mezcla intencionada de ficción y realidad que puede llevar a la confusión. 

Por tanto, si fuese una novela posmodernista estaría contradiciendo cada una de las características de las que se sirve el tremendismo: 

—Situaciones violentas y grotescas. 
—Personajes marginados, con claros defectos físicos o psíquicos. 
—Uso de un lenguaje duro y desgarrado.

Y aun así es todo lo afirmado anteriormente: una novela posmodernista y tremendista, una novela de historia-ficción, una novela negra, un thriller, una novela coral, una novela surrealista, una novela realista y una novela experimental, todo ello en una sola novela.


Editorial: Instituto de Estudios Almerienses
Fotografía de cubiertaEva M. Gómez Gómez. Mesón Cervantes (Salamanca)
Páginas: 248 
Fecha de edición: Enero 2025


martes, 7 de enero de 2025

"EL DOBLE ENFRENTAMIENTO DE LA DOBLE K": MIGUEL VEGA

Existen dos elementos fundamentales, o más bien habría que afirmar casi fundacionales, que determinan el carácter de un linarense: por un lado (incluso siendo un neófito en el arte de la tauromaquia, o más aún un vituperador) la muerte del torero Manolete en 1947 tras ser cogido mortalmente en el inconfundible albero de la plaza de toros de la ciudad jienense por un toro que respondía al nombre de Islero, y por otro lado el Torneo Internacional de Ajedrez Ciudad de Linares, el más célebre e importante del mundo de los 64 escaques que dio comienzo en 1978 y se prolongó hasta el año 2010, y con el ajedrez como elemento generador de la trama el escritor Miguel Vega nos invita a leer El último enfrentamiento de la doble K, una historia con tintes de novela negra que rezuma altas dosis de suspense para adentrarse a su vez en la novela histórica, quedando acompasada por el affaire que Bernal, el protagonista y sin duda alter ego de Vega, mantiene con Anna, una enigmática pintora oriunda de San Petersburgo que ha llegado a Linares en calidad de analista del jugador de ajedrez Gari Kaspárov y cuya relación se alarga en el tiempo lo que dura el torneo a lo largo del espacio que ocupa una ciudad que se erige como un lugar legendario y hasta casi místico.


Miguel Vega (Linares, 1967), profesor de Lengua y Literatura, ha publicado narrativa, poesía, dos libros sobre tauromaquia, y en 2022 La huida del ingeniero Spinell, una ambiciosa novela histórica de degustación lenta que tiene como protagonista al ingeniero de minas austríaco Ernst Spinell y en cuyas páginas ya encontramos elementos comunes con su último libro: Cástulo, Himilce y Aníbal, tauromaquia, música clásica...

Nos encontramos en marzo del año 2001. Bernal es un joven profesor de instituto que al mismo tiempo cubre el celebérrimo torneo de ajedrez de Linares para un periódico local, cuya mayor atracción se centra en dicha edición en dilucidar si será Anatoly Kárpov o bien el joven aspirante Gari Kaspárov quien habrá de alzarse con la gloria, y con este argumento, en apariencia tan sencillo pero de indudable atracción, Miguel Vega urde una historia en la que se van sucediendo desde famosos ajedrecistas que participan en el torneo y con quienes comparte cafés y conversaciones, hasta el famoso dramaturgo Fernando Arrabal, cronista del torneo, pues probablemente muchos lo desconozcan, pero Arrabal es no sólo un gran entendido en la materia, también un excelente jugador, que cabe recordar publicó en 1983 La torre herida por el rayo, una inteligente novela que se centra en un campeonato mundial de ajedrez (y en la que parece reflejarse esta que nos concierne), así como una obra publicada un año después que recomiendo encarecidamente, Crónicas de ajedrez, compuesta por artículos publicados en el semanario francés L’Express, en donde el escritor español muestra su enorme conocimiento en todo cuanto rodea al mundo ajedrecístico con el particular e ingenioso estilo del que siempre hace gala. Aprovecho, si se me permite, para comentar una anécdota: hace años le envié a Arrabal un ensayo y antología de poetas experimentales en lengua neerlandesa que había traducido en donde en otros aparecía el flamenco Hugo Claus, con quien el escritor español había coincidido en Nueva York gracias a la concesión de una beca, incluyendo junto al libro una partida de ajedrez de un periódico con el fin de que Arrabal la resolviese, pero éste, en lugar de solucionar la partida, me envió una preciosa postal con dibujos hechos a mano por él mismo acompañada de unos folletos de un conocido supermercado francés, por lo que con esta peculiar y ya conocida personalidad, hacer partícipe a Arrabal en una obra sobre ajedrez por parte de Vega es uno de los grandes atractivos de la misma.

La novela de Vega, con una sugerente mezcla de realidad y ficción, nos traslada a aquellos míticos años de Linares en los que se celebraba el Torneo Internacional de Ajedrez, una ciudad metafórica que tiene lugar en un doble campo de batalla: el del tablero propiamente dicho que, con sus jugadores de ajedrez queda contrapuesto (o acaso completado) al episodio bélico que aconteció en Cástulo dentro de la Segunda guerra púnica, interpretadas por una suerte de parejas especulares como las que forman Cástulo-Linares, Kárpov-Kaspárov, Himilce-Aníbal y Anna-Bernal, proyectadas entre ellas en un acto imitativo e intercambio de papeles, con la constante alusión a la historia de Linares, el recuerdo del vino de Oretania, la figura omnipresente de Manolete y el mundo del toreo, en un recorrido eterno por la ciudad, sus calles, plazas y lugares emblemáticos, los clubes de jazz en donde beber buen alcohol mientras se escucha música y por supuesto por bares y tabernas que hablan de su suculenta gastronomía, como una suerte de guía enmarcada en un deambular cultural por museos que van explicando su historia pasada, y estos excelentes ingredientes de El último enfrentamiento de la doble K son la carta de presentación de una novela que hará las delicias de los amantes del ajedrez, recorriendo un lugar que por momentos recuerda a la Viena del filme El tercer hombre hasta creer escuchar la cítara de Anton Karas fundiéndose con la primitiva Cástulo, todo ello barnizado de una ligera pátina crepuscular y melancólica. Eso sí: jamás Manolete hubiese podido morir en Viena; siempre quedará Linares.

(Esta reseña fue publicada originalmente el 19/5/2024 en la revista literaria El coloquio de los perros). 




(Fotografías de la presentación en Librerías Picasso (Almería) el 28/11/2024)



(Diario de Almería. 5/1/2025)