viernes, 10 de enero de 2014

LETRAS DESDE EL MÁS ALLÁ 2/2



Pero a mi parecer aún existe otro cuarto apartado en el que estarían incluidos aquellos escritores cuyas obras resultaron inéditas en vida pero que no se les encuadra en ninguno de los tres grupos anteriormente expuestos del Olimpo Literario del Más Allá (A: escaso éxito en vida; B: rechazo por parte de las editoriales; C: escritores que han obtenido un éxito póstumo), ya en este caso hablamos de escritores consagrados que no fueron rechazados por las editoriales sino que por contra éstas quisieron subsanar su error inicial publicando su obra posteriormente, o bien los escritores no quisieron que se publicase en vida, o bien tras morir éstos la familia ha querido hacer dinero fácil gracias al renombre del autor. En esta lista encontramos a Ernest Hemingway, Tolkien, Julio Cortázar, Bolaño o al genial Pessoa, si bien a este último se le podría buscar hueco en cualquiera de los anteriores apartados o incluso crear uno exclusivo para él. Curiosamente el genio portugués apenas publicó en vida unas trescientas páginas de poemas, que no está mal, pero si se las compara con aquello que tras su muerte se ha publicado, la cantidad es ridícula, y ello no abarca sólo a obras propias, sino toda la literatura que sus trabajos han generado: un hombre de variadas vidas y personalidades.


Dentro de este cuarto apartado –un subapartado à la Groucho Marx: "La parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte"– aparecen otros como Mark Twain, que dejaron instrucciones para que alguna de sus obras, en este caso una autobiografía, no se publicase hasta 100 años después de su muerte, siendo editado el primer volumen en noviembre de 2010 tal y como era su deseo. A otro como Canetti también se le puede enmarcar dentro de este subapartado del presente apartado, ya que por sus propias disposiciones testamentarias el resto de su obra no podrá ser conocida ni editada hasta el año 2024.
Otro caso dentro de este subapartado del presente apartado con el que estamos terminando es el de José Saramago, escritor tardío que pocos años antes de su muerte recibió una llamada de la editorial que había rechazado el manuscrito que el escritor portugués había escrito en 1952 –era su segunda novela– cuando contaba con 31 años. Saramago se sintió tan sorprendido como dolido por la falta de respeto con la que fue tratado en su día, pidiendo a sus herederos que Claraboya no se publicase hasta que él muriese, y así sucedió en 2011.

Qué duda cabe que el ser humano siente morbo y excitación por la muerte –evidentemente la ajena y lejana–, que irresistiblemente se siente atraído por la sangre y las vísceras, por las moscas y moscones que pululan sobre los cadáveres. Muy especialmente en occidente se idolatra y venera de manera casi enfermiza a los muertos, y no hay duda que la muerte y por ende sus muertos, venden mucho más que los vivos. Si muchos de estos escritores no hubiesen desaparecido nunca –fantasía improbable–, apenas serían conocidos, y por tanto casi no habrían podido vender sus ejemplares, aunque este no sea el caso de Saramago, que vendió en vida muchísimo, siendo reconocido por el público y por importantes premios, pero tras su óbito, en España las ventas de sus libros aumentaron un 70%, ¡y es que la muerte nos sienta tan bien!, y si no que se lo pregunten a Poe, Kafka, John Kennedy Toole y últimamente a Stieg Larsson, también en el plano económico, ya que su familia (padre y hermano) se han hecho de oro gracias a la trilogía del escritor, valorada en 15 millones de dólares, pero no así su compañera sentimental, que al no tener formalizada su relación le han impedido acceder a los multimillonarios beneficios, pero esto es otra historia, aunque curiosamente también tiene que ver con la muerte; todo tiene que ver con la muerte.


Nerón observa la disección de Agripina. Georges Chastellain, Miroir de Mort, France 1470 (Carpentras, Bibliothèque municipale, ms. 410, fol. 8v.

Las ventas de los trabajos de los muertos se disparan, son líderes de ventas por encima de las de los vivos, como ya sucedió con Michael Jackson. Y en homenaje a Lou Reed que no hace mucho que se fue y al otoño que ya acabó, y al invierno en el que ya nos hallamos, acabo con el eterno Poe: 

Es un visitante –me dije–, que está llamando al portal;
Sólo eso, nada más.

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